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Visita a las Monjas del Carmelo de Tucumán

¡Somos de clausura pero no clausuradas!

Con esta frase en medio de risas nos despidieron de la visita que le hicimos desde Comunicación de la Arquidiócesis. Se refieren a qu la libertad va más allá de permanecer en un mismo lugar.

 

Las Hermanas Carmelitas tienen su Monasterio en Tucumán en la calle Av. República del Líbano 1500. Llegaron en 1935, por lo que el año próximo cumplirán 90 años.

Cada domingo a las 8.30 tienen misa abierta al público y el templo se llena de fieles, la mayoría del barrio que después se acercan a saludarlas.

Esta Monasterio llamado Santa Teresita del Niño Jesús está en medio de 3 villas de emergencia en una zona muy vulnerada en donde la droga, el alcohol, la delincuencia son por demás frecuentes. Podemos preguntarnos ¿qué hacen, para qué sirven este puñado de mujeres encerradas?

Estuvimos con ellas, nos regalaron su frescura y alegría y nos contaron sus vidas, su misión, su servicio y varios detalles cotidianos. Conversamos con Lorena, la priora, guitarrista, creadora y restauradora de imágenes; Dora, formadora y hacedora de dulces exquisitos; Teresa quien borda y cose muy bien y María de los Ángeles, tejedora de telar. Otras tres hermanas, Sofía, María del Carmen y Ana María no se encontraban; la primera por estar en un retiro preparatorio para su noviciado y las otras por estar enfermas. El 14 de septiembre falleció Graciela, una anciana sabia que fue 3 veces priora destacada por su caminar con el Vaticano II.

Una de ellas nos aclaró que “¡somos de clausura pero no clausuradas!”. El carisma de los monasterios de clausura es vivir allí para siempre entregándose por completo a Dios y orando por todos. Esa consagración va mucho más allá de lo que puedan hacer, es vida que a cada instante se siembra.

En un fraterno desayuno con pan casero hecho por Sofía comentaban la difícil realidad de la gente que vive alrededor del convento. Todos acuden a ellas a pedirles comida, ropa, dinero para velar a un difunto, momentos de escucha, también para mostrarles a un recién nacido. Todos pueden llamar a esa casa en donde se respira un aire maternal. Dicen que no dan las cosas sin pensar en la persona que la recibe, viendo realmente qué necesita. Además con mucho dolor ven a chicos que conocieron desde pequeños que delinquen y son llevados a la cárcel, mujeres golpeadas, niños golpeados por sus madres. A todos les regalan una mirada de cariño, aún para aquellos que han matado a otros porque ven en esas personas adultas a los niños que vieron crecer y que nunca tuvieron buenos ejemplos ni oportunidades.

Ellas mismas cocinan, atienden la casa, acompañan a sus hermanas enfermas, salen a hacer las compras y manejan celulares. Además de orar y de ser madres de cuantos se acercan, ponen el acento en la formación personal y la vida fraterna compartíéndola también con los familiares de cada monja.

Se levantan a las 6,30 y tienen su momento de oración personal y compartida, después se dedican a las tareas de artesanías, dulces, bordados que muchas veces son interrumpidas por sus vecinos. Después del almuerzo y durante la cena tienen un momento para compartir entre ellas desde los temas más sencillos hasta los más profundos. Como máximo a las 22.30 se van a descansar.

Son grandes mujeres que con su entrega cotidiana sostienen a la Iglesia que peregrina fuera de los muros de su convento. Se nota en ellas la presencia de Jesús que llena sus vidas y lo comparten con alegría y mucha paz. Son fieles a Santa Teresa de Ávila, su fundadora, gran mujer que trajo aires nuevos a la Iglesia y ellas lo esparcen en nuestra Arquidiócesis.

¡¡Gracias queridas hermanas!!

 

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