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Virgen de la Merced y Belgrano

Manuel Belgrano estaba al mando del Ejército del Norte que tenía como objetivo frenar el avance de los realistas que venían desde el norte. Después de realizado el éxodo jujeño se encontraba en la zona norte de lo que es hoy la provincia de Tucumán. Las tropas españolas al mando de Pío Tristán, que doblegaban en número y equipamiento a las patriotas, acechaban. Belgrano con sus tropas bajó hasta la ciudad de Tucumán y organizó a su Ejército y a los pobladores.

Se estaba celebrando la novena de la Virgen de la Merced y los devotos le pedían a la Virgen por las tropas de Belgrano. El día 23 se hacía inminente el enfrentamiento. Belgrano estuvo rezando arrodillado frente a la imagen de María y luego mandó a los pobladores a caballo a que durante la noche hicieran ruido en los montes cercanos para impresionar al enemigo y redactó una carta al gobierno contando la situación que también afirmaba que había encomendado a la Virgen la suerte del Ejército y sería Ella la que ayudaría a obtener una victoria.

El combate se desarrolló en la mañana del 24 de septiembre en el llamado Campo de las Carreras  (hoy Colegio Sagrado Corazón y Plaza Belgrano) y duró poco tiempo. Al coraje y desempeño de las tropas patriotas se sumó el desconcierto del enemigo cuando se levantó desde el sur un fuerte viento con tierra que traía una manga de langostas, insecto desconocido por ellos que los confundieron con proyectiles.

En el parte que transmitió al Gobierno, Belgrano hizo resaltar que la victoria se obtuvo el día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección se habían puesto las tropas. El parte dice textualmente: ‘La patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos “.

Al no poderse realizar la celebración ese día se hizo el 28 de octubre de 1812. Asistieron a la Misa, presidida por el obispo Belgrano con sus tropas, al concluir se realizó la procesión en dirección al Campo de las Carreras. Allí el general Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando nombrándola Generala del Ejército.

Las religiosas de Buenos Aires, al tener conocimiento de estos actos de devoción, remitieron a Belgrano cuatro mil escapularios  de la Virgen de la Merced para que los distribuyera a las tropas. Antes de partir rumbo a Salta, el batallón de Tucumán se congregó frente al atrio del templo de Merced, donde fueron entregados los escapularios, Tanto los jefes como oficiales y tropas los colocaron sobre sus uniformes.

El 20 de febrero de 1813 los argentinos que buscaban su independencia se enfrentaron nuevamente con los españoles en Salta. Antes de entrar en combate, Belgrano recordó a sus tropas el poder y protección de María Santísima y les exhortó a poner en Ella su confianza. Formuló también el voto de ofrendarle los trofeos de la victoria si por su intercesión la obtenía.

Con la ayuda de la Madre de Dios vencieron nuevamente a los españoles, y de las cinco banderas que cayeron en poder de Belgrano, una la destinó a la Virgen de las Mercedes de Tucumán, dos a la Virgen de Luján y dos a la Catedral de Buenos Aires.

Es así como Belgrano, fervoroso católico transformó el triunfo militar en una cruzada espiritual impulsada por su devoción a la Virgen de las Mercedes.