Diego Soria y Carlos “Poly” Terán nos cuentan su sentir en este momento
Les proponemos que lean esta entrevista que le hicimos, allí nos transmiten su pasión por Jesús y por la Iglesia que los llevó a transitar este camino.
Poly Terán:
Vengan y vean Jn 1,39
Soy Carlos María Terán, un joven seminarista de 28 años, oriundo de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de la Arquidiócesis de Tucumán. Nací en San Miguel de Tucumán y aquí recibí el llamado de Dios para servir a su Iglesia.
Hoy, esta Iglesia celebra junto a mí el Rito de Admisión a las Sagradas Órdenes, un momento de profunda entrega y compromiso en el que, tras un tiempo de discernimiento y formación, decido manifestar públicamente mi deseo de seguir el llamado de Cristo.
Por su parte, la Iglesia, a través del Arzobispo, principio de unidad, acoge con alegría este deseo. Es una celebración de fe, no solo para mí, sino para toda la Iglesia de Tucumán, que se alegra porque, junto a Diego confirmamos nuestro camino vocacional hacia el sacerdocio.
En mi caso, el encuentro personal con Jesús en medio de los jóvenes, me llevó a preguntarme sobre mi lugar en esta locura de amor. “¿Qué quieres, Señor de mí? Yo quiero servirte toda mi vida, ¿Pero dónde?”, eran algunas de las dudas y certezas que me cuestionaban.
Dios se encargó de poner los instrumentos necesarios para que pudiera hacer mi discernimiento. Fui escuchado y acompañado, algo que, como joven, necesitaba más de lo que quería reconocer. Ese tiempo ayudó a que pueda madurar mi vocación y decidir confiar en la Voluntad de Dios.
Hace seis años decidí ingresar a este Seminario Mayor Nuestra Señora de la Merced y San José. El Seminario fue en mi vida un “detener la marcha”, para descubrir el horizonte al que Dios me invita. Hoy, me llena el corazón haber decidido seguirlo; libremente elegí quedarme con Él. Quiero quedarme con Él.
Descubro en Jesús a mi amigo, y desde esa amistad me siento movido a ir hacia los demás. En Él, descubro que el amor va más allá de lo que pensamos y que las cosas pueden cambiar si tenemos fe en Él. También me enseña que responder a su llamado implica necesariamente un vínculo con su Iglesia. Esta Iglesia es mi Madre y mi Maestra; ella me formó y a ella quiero servir por amor a ese Amigo con el que quiero compartir toda mi vida.
Este momento significa, en mi camino vocacional, un paso junto a la comunidad. Mi formación continúa, así como mi discernimiento, pero confió en la Voluntad del Dios que me ama y, amándome, me llama a seguirlo. Me apoyo en mi amada Iglesia de Tucumán para que siga formando mi corazón y me sostenga con su oración. Me siento muy feliz y abrazado por Dios.
En este rito, quiero abandonarme en las manos de Dios, confiando en su gracia, y pido a la comunidad que nos siga acompañando con la oración, reconociendo en nosotros el llamado para servir con amor al Pueblo de Dios.
Diego Soria:
Mi nombre es Diego Soria, tengo 45 años. Soy el hijo más chico de Juan y de Julia. Tengo dos hermanos: Loly y Gustavo, siete sobrinos. Nací en Juan Bautista Alberdi, al sur de la provincia de Tucumán. Mi Parroquia de origen es la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima (aunque por más de diez años, también compartí con la comunidad de la Resurrección del Señor)
La admisión a las Sagradas Órdenes constituye un paso previo a la ordenación. Con el rito de admisión, deseo expresar públicamente mi propósito de continuar formándome para servir a Cristo y a la Iglesia y seguir trabajando en la configuración de mi corazón con el de Jesús Buen Pastor. Y la Iglesia, en la persona del obispo, acepta este propósito y nos bendice.
Ingresé al Seminario Menor en el año 1993 y realicé ahí mis estudios secundarios como seminarista, hasta el año 1997.En el año 98 ingresé al Seminario Mayor, donde cursé mis estudios de Filosofía y los primeros tres de Teología y por diversos motivos hice un alto en la formación.
En todo esos años me dediqué a la docencia en colegios secundarios (Colegio N. S. de Fátima y San Francisco)
Durante todo ese tiempo Dios no dejó de hacerme saber que la invitación a seguirlo seguía firme, la cuestión era saber dónde y cuándo… Dios se valió de algunos amigos sacerdotes y, sobre todo, trabajando en medio de los jóvenes, como así también en la parroquia, para recordarme que me llamaba a entregarle mi vida. Es así que me puse en contacto con los formadores del Seminario y comenzamos esta nueva etapa en mi camino de seguimiento a Jesús.
Hoy estoy cursando el tercero de configuración y volver al seminario fue redescubrir que es Él quien va marcando los tiempos, busca los lugares, se hace presente en las vivencias y pone a las personas necesarias para hacer descubrir su voluntad; que Él es siempre fiel, más allá de nuestras flaquezas y debilidades, que es Él quien hace la obra y uno es instrumento en el que obra y también, en la medida en que se abre a su gracia, medio por el cual Él actúa para darse a conocer a otros hermanos.
Para mí Jesús es el Amigo fiel, es el compañero de camino, es el Buen Pastor que me hizo conocer su amor misericordioso y me invita a compartir con los demás esa misericordia que brota de su corazón. Y la Iglesia es la casa, la familia, el hogar a donde uno encuentra el calor del amor, donde se comparten las alegrías y las penas, casa de puertas abiertas, donde todos estamos invitados a sentarnos a la mesa.
En todos este tiempo, me siento desbordado del amor de Dios manifestado en todo lo que voy experimentando (en la oración diaria, en el compartir la vida con otros hermanos que también se sienten llamados a seguir a Jesús, en el compartir la Palabra de Dios en la Pastoral de los fines de semana y en el cariño de la Iglesia que reza y acompaña este caminar con su oración y sus diversos gestos de cercanía.
¡Gracias Poly y Diego! Rezamos por ustedes.
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