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HOMILIA NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED 2024.

 

VIVA LA VIRGEN DE LA MERCED

VIVA LA REDENTORA DE CAUTIVOS

VIVA LA MADRE DE LOS TUCUMANOS

VIVA LA MADRE DEL REDENTOR

VIVA JESUCRISTO, REDENTOR DE LOS HOMBRES

 

 

Queridos hermanos: hoy la alegría nos llena el corazón al celebrar a la Virgen de la Merced.

Ella es la tierna Madre de Dios que nos cuida y protege a los tucumanos desde la fundación de Tucumán en Ibatín en 1565, el traslado de la ciudad a este emplazamiento 120 años después. Ella es invocada por Belgrano como protectora del ejército y del pueblo tucumano en la Batalla de Tucumán, aquel 24 de septiembre de 1812, que luego posibilitó la declaración de la Independencia en 1816.  

Ella es el signo del amor y la misericordia de Dios para su pueblo. Ella es la madre que nos sigue acompañando en el camino de la vida a los tucumanos, especialmente a los que sufren diversas cautividades.

Quiero saludar a todos los peregrinos y devotos de nuestra Madre, la Virgen de la Merced que han peregrinado hasta su casa en estos días y los que hoy nos congregamos en esta celebración.

Saludo, también a las autoridades, a los consagrados, sacerdotes, seminaristas y a mis hermanos obispos aquí presentes: Mons. Roberto, nuestro Obispo Auxiliar, Mons. José María Rossi, obispo emérito de Concepción, Mons. Francisco Polti. Especialmente saludo al Cardenal Luis Villalba, el arzobispo emérito que hoy cumple 64 años de su ordenación sacerdotal y que dentro de unos días cumplirá sus 90 años de vida. Querido padre, hace 25 años los tucumanos lo recibíamos como nuestro Pastor y Apóstol de Jesucristo, aquí en Tucumán, en la Novena de la Virgen de la Merced. Gracias padre por haberse quedado con nosotros; gracias por seguir haciendo presente a Jesucristo, Buen Pastor. Que El Señor bendiga su vida y su ministerio, que la Virgen de la Merced lo proteja siempre.

El lema de esta Fiesta Patronal dice:

“Con María de la Merced, Misioneros del Reino”

Estamos transitando este tiempo de Sínodo, de caminar juntos. Tiempo de cercanía y escucha a Dios y a los hermanos. Tiempo para reconocernos hijos amados de Dios, hermanos en Cristo por la fuerza del Espíritu Santo, iguales en dignidad y corresponsables en la Misión. No caminamos solos, somos familia, Pueblo Santo de Dios, con diversidad de carismas, servicios, capacidades y ministerios, para hacer presente el Reino de Dios en el mundo a través de la evangelización, de la misión.

Por eso decimos: “Con María de la Merced, Misioneros del Reino”

Jesús inició su predicación diciendo el Reino de Dios está cerca… (Mc 1,15; cf. Mt 4,17), llamándonos a la conversión y a creer en la Buena Noticia.

Jesús nos dijo que se lo pidamos al Padre… “venga a nosotros tu Reino…” (Mt. 6,10)

Ese Reino de Dios que Jesús revela a través de sus enseñanzas: las parábolas, las bienaventuranzas, los discursos…; que acompaña con signos y milagros que expresan que el Reino ya está actuando; con sus gestos y actitudes, la cercanía con todos especialmente con los que más sufren, con los pecadores, con los excluidos, los extranjeros; con su paciencia y misericordia…

El Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino «a servir y a dar su vida para la redención de muchos» (Mc 10,45).

Jesús es el Reino de Dios entre los hombres… y lo expresa con la entrega de su vida en la cruz, con su muerte y resurrección, coronado de espinas, extendiendo sus brazos para abrazar a todos y perdonando y ofreciendo la vida verdadera a todos.

La propuesta del Evangelio es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos…, nos recuerda el Papa Francisco. Porque el Reino que se anticipa y crece entre nosotros, lo toca todo y a todos los hombres y todo el hombre… y espera provocar consecuencias sociales (E.G.181)

Los discípulos de Jesús son testigos de la presencia del Reino y, por la fuerza del Espíritu Santo, reciben la misión de anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios y hacerlo presente en todas las realidades del mundo… y esta misión la reciben en comunidad, porque la Iglesia constituye en la tierra el germen y el principio de ese Reino.

Esa misión ha llegado a nosotros constituyéndonos familia, Pueblo de Dios en camino, en misión. Amados por Dios, consagrados por la unción, enviados a la misión.

Con María de la Merced, Misioneros del Reino

Somos misioneros del Reino cuando predicamos el amor del Padre con gestos y actitudes cotidianas. Cuando proponemos los valores del Evangelio como un estilo de vida y encarnamos las actitudes de Jesús. De esta manera hacemos presente a Dios en nuestra realidad e iluminamos la vida de todo hombre dándole un auténtico sentido. Amando siempre y a todos; perdonando, sirviendo, misericordiando…

El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: «¡Proclamen que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7).

Con María de la Merced, Misioneros del Reino

María, la madre de Jesús, la primera discípula que escucha a Dios, es asociada a este misterio del Reino y dispone todo de si para colaborar en la redención de los hombres como misionera.

La Virgen María nos sirve de modelo para ser también nosotros misioneros del Reino:

§  Escuchando a Dios y aceptando su voluntad de amor: “Hagase en mi según tu palabra…” (Lc. 1, 38)

§  Saliendo sin demora a compartir la alegría de la Buena Noticia del Reino (cf. Lc. 1, 39)

§  Escuchando a los hermanos en sus necesidades y angustias y haciendo lo que Jesús nos dice (Cf. Jn.2,5)

§  Acercándonos con misericordia a los oprimidos de hoy, a los más pobres, a los privados de libertad, a los adictos, a los más vulnerables…, no pasemos indiferentes… los socorramos, sirviéndolos con generosa humildad, respondiendo a sus clamores… como lo hizo María de la Merced en 1218, en 1812 y hoy en día…

§  Acompañando a los cautivos de hoy y gastando la vida por su libertad y redención… 

§  Buscando que reine la justicia desde la verdad y el amor

§  Superando los conflictos desde la misericordia y el perdón,

§  Fortaleciendo la fraternidad entre todos.

Con María de la Merced, Misioneros del Reino, constructores del Reino.

La Virgen de la Merced abre sus brazos, nos ofrece sus manos maternales para ofrecernos la misericordia, la vida y el amor del Señor.

Recordemos las enseñanzas que nos dejaron los tucumanos de 1812: la fe y confianza en Dios y la Virgen; el amor por la una patria libre; la valentía y la decisión; el poner todo de sí, lo que tenían, sabían y hasta sus propias vidas para presentar batalla en Tucumán…

En este momento tan difícil de nuestra historia, como los decididos de 1812 y Manuel Belgrano, nos dispongamos, nosotros también, a presentar batalla al egoísmo, la ambición y la indiferencia; a la violencia, el narcotráfico y los atentados contra la vida en todas sus etapas. Hoy presentemos batalla para que la alegría, la paz, la libertad, la justicia, la dignidad de cada tucumano y el amor fraterno reinen entre nosotros.

Con María de la Merced, Misioneros del Reino.

         Caminamos juntos como Iglesia Sinodal en misión. Hemos celebrado la Asamblea Pastoral Arquidiocesana en sintonía con el proceso sinodal de toda la Iglesia. Deseo que los bautizados experimenten la alegría de saberse amados por Dios y que cada uno desde su vocación, servicio y carisma, nos comprometamos en corresponsabilidad, en anunciar la alegría del Evangelio a todos, acompañada de servicio y solidaridad fraterna. Renovando nuestro ideal de Iglesia. Para ser más fraternos, servidores, misericordiosos y en salida misionera.

Con la Misión Mariana Arquidiocesana que lanzamos el 15 de agosto, la Virgen de la Merced está visitado las comunidades parroquiales, diversas instituciones y familias. Que todos seamos misioneros del reino.

         También, este año, como Iglesia en Tucumán, nos alegramos por los 125 años del Seminario de Tucumán, que ha formado a todos los sacerdotes de Tucumán y de muchas diócesis del Norte argentino. Le pedimos a la Virgen de la Merced, bajo cuyo patronazgo está el Seminario, que interceda por el aumento de las vocaciones sacerdotales. Que el Señor siga llamando a muchos jóvenes a seguirlo más de cerca en la vocación sacerdotal.

         Queridos hermanos, encomendemos a la Virgen de la Merced a nuestros hermanos que más sufren, a las familias de nuestro querido Tucumán, a los seminaristas y las vocaciones de especial consagración.

Que Jesucristo, nuestro Redentor, nos conceda la paz, el amor y la libertad para seguir haciendo presente y creciente el Reino de Dios entre nosotros, bajo la protección maternal y tierna de nuestra Madre, la Virgen de la Merced. Que así sea.