Argentino del Valle Larrabure 1932-1975
Fue un militar argentino nacido en Tucumán. Miembro del Ejército Argentino y con el grado de Coronel, fue víctima de un secuestro, cautiverio y muerte en manos del Ejército Revolucionario del Pueblo en el año 1975.
El coronel Larrabure es un hombre de Dios, un hombre que rezaba, que cantaba el himno, que ponía en las manos de Dios y de la Virgen su vida. Su vida nos llena de gozo. Desde el inicio podríamos decir que su devoción mariana lo llevaba sellado por el nombre que de algún modo lo acompañó y lo signó para su devoción a la Virgen: Argentino del Valle. Muy de nuestro norte, muy de la Virgen encarnada en la historia de nuestro pueblo, así sintió su nombre, una síntesis entre un hombre de la Patria y un hombre de la Virgen. Él experimentó esos nombres como un verdadero compromiso de amor a la Patria y de amor a su Madre con este rostro moreno y concreto de la Virgen del Valle.
Larrabure como laico, como militar, como hombre de nuestra Iglesia nos habla de que es posible vivir el Evangelio sin límites. Él dijo a cambio de la libertad que le querían ofrecer cuando el ERP lo secuestró y le perdonaban la vida si se sumaba a actos terroristas y dar la fórmula de los explosivos, él dijo “a ese precio no”. Un hombre con convicciones, de ley que estuvo dispuesto a perder “la vida” porque sabía que la ganaba, a perder la libertad, porque la libertad a cambio de atentar y como él mismo lo dijo “las armas no son para atentar, para matarnos entre hermanos”, no era ganar la libertad sino perderla. Adquirió la libertad y la vida ofrendándola. Plasmó el evangelio hasta el extremo, vivió el amor al enemigo porque es en el amor al enemigo en donde tenemos mérito, si amamos a los que nos aman dice Jesús no tenemos ningún mérito. Ojalá pronto Larrabure pueda ser reconocido por la Iglesia como beato y santo porque en estos tiempo, cuando fue secuestrado y asesinado en democracia y en estos tiempos también de democracia nos invita a pensar en el encuentro entre todos y en el perdón entre todos, en mirar la historia sanándola porque solo la sana el amor y el perdón.
Monseñor Santiago Olivera, Obispo Castrense